miércoles, 25 de febrero de 2009


Hace mucho, mucho tiempo, había una pequeña niña, era morena, con el pelo largo, ojos verdes y de rasgos marcados, era bajita y estaba bastante delgada, vivía con su madre en una vieja casa a las afueras del pueblo, todas las noches antes de dormir cogía una muñequita de trapo muy vieja y se quedaba dormida mientras la abrazaba, pasaba horas hablando y jugando con ella y la muñeca siempre tenia una tímida sonrisa y una mirada un tanto perdida, junto a ella la niña vivió aventuras únicas, fue creciendo, le contaba secretos que nadie podía saber y compartía todo con esa muñeca, si, era una simple muñeca, pero para ella mucho más, tenía un significado especial, no por lo que era, sino por quien se la había dado, unos años antes, cuando todavía era bastante pequeña, su padre se la entregó al marcharse como regalo de despedida, ya crecía la niña y aún seguía con la esperanza de que algún día su padre volviera, una tarde muy fría y nublada de diciembre, oyó un sonido que jamás olvidaría, ella con el entusiasmo de que fuera ya su padre después de tanto tiempo, abrió la puerta y tan solo encontró a un viejo soldado que traía una carta bastante antigua y desgastada por el paso del tiempo“Mi vida ya sé que no es justo pero tengo que marcharme, la guerra me espera, aún eres demasiado pequeña para entender nada, pero cuando leas esto, sabrás que no tenía opción de elegir, quiero que sepas que para mi serás lo mas grande que he tenido, y cada día que pase estaré en ti , ahora que as tomado esta carta tienes que ser fuerte, y seguir adelante, siempre estaré contigo, siempre me tendrás cerca, aunque de un modo un tanto distinto, solo tendrás que hablar con las estrellas y estarás hablando conmigo, que observarlas para observarme a mi y que cantarlas para dedicarme un dulce sonido, ahora soy una de ellas, pero no estés triste, tienes miles de razones para seguir sonriendo, simplemente hazlo por mi. Te quiere, tu padre.” La niña, bajo la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas como si estuviese a punto de estallar una tormenta, su mirada se perdió en la lejanía y esa sonrisa que siempre tenía se le borro de la cara, de repente comenzó a llover, ella pensó en las palabras de su padre, y corrió, corrió como nunca lo había hecho, hasta estar sola y poder contemplar el cielo tranquilamente, de pronto dejó de llover, el cielo se despejó y se cubrió de estrellas, ella se tumbó y empezó a pensar hasta que se quedo dormida con su muñeca de trapo entre los brazos como cuando era niña.

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