miércoles, 22 de abril de 2009

Aquel parque.


Tan solo un simple parque, arena, columpios, risas, llantos, para todos a sido tan especial, las horas que hemos pasado allí jugando, los amigos que hemos encontrado, las sonrisas que hemos llevado en la cara, todo eso gracias a un simple parque, que, ahora al contemplarlo solo puedes ves arena que mancha tus zapatos, molestas piedras que se te clavan al andar, dos columpios oxidados y poco más, pero en el fondo sientes que forma parte de ti, que algún día te hizo feliz y te queda el vago sabor de aquellas tardes en las que pasabas horas jugando a hacer castillos y a columpiarte hasta que se iba escondiendo el sol y oías a tu madre diciendo que se había hecho tarde y que debías volver a casa y entonces era cuando empezabas a desear que fuese el día siguiente para regresar a aquel mágico lugar en el que todo era como querías, podías imaginar ser la princesa del castillo que esperaba a su príncipe azul, o un vaquero del oeste, fuese lo que fuese allí era posible, pero con forme pasaban los días dejas de ser niño, comienzas a crecer y a su vez a darte cuenta de la realidad y de que aquellos cuentos de hadas no existían, que solo eran unas palabras con las que pasar el rato, y así sucesivamente hasta llegar un día en el que no se muestra ilusión por nada , entonces por una de esas casualidades y sin querer vuelves a aquel parque en el que tanto jugaste y tantas horas mirando al cielo estuviste y es cuando reflexionas y abres los ojos ante aquella situación, vale, es cierto, aquellos cuentos no existían en la realidad, pero sí en tu imaginación y siguen existiendo, solo que están ocultos entre tantos pensamientos, simplemente hay que hacerles un pequeño hueco en nuestro interior para poder sacar ese niño que llevamos dentro, que nunca se irá, por mucho tiempo que pase, siempre sonreiremos por ese motivo, cada uno de los momentos que pasamos, una de esas tardes en aquel mágico parque.

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